Da la sensación de que los fabricantes de teléfonos móviles han decidido solucionar uno de los problemas más acuciantes del ecosistema desde que aterrizaron los smartphones y comenzó a aumentar drásticamente el consumo energético: el problema de la autonomía. Para ello, las pilas internas empiezan a crecer de forma más o menos estandarizada en todo el mercado pero también se pone mucho empeño en hacer evolucionar las cargas rápidas hasta techos loquísimos, como los 240W planteados ya por OPPO.
Basta con echar un vistazo al último estándar publicado hasta el momento, la Quick Charge 5.0 de Qualcomm, y a su límite de los 100W para cargas rápidas, pero en el mercado hay muchas otras opciones y también "trucos" para sobrepasar los límites empleando distintos métodos como las baterías duales. Pero antes de nada, veamos qué es exactamente una carga rápida, aunque el concepto sea más fluido de lo que parece y pueda evolucionar con el tiempo.
Qué es la carga rápida y cómo funciona
A la hora de describir la carga que soporta un teléfono móvil o la que es capaz de entregar un cargador externo, los fabricantes emplean comúnmente los vatios. Los vatios no son otra cosa que una unidad de potencia con la que se mide el consumo, en este caso entrega, de energía de un equipo. Es un valor que se calcula con una multiplicación sencilla de voltios por amperios.
En la actualidad, consideramos carga rápida a toda carga que supere los 10 vatios
Con un ejemplo rápido y muy simplificado, imaginemos que tenemos una autopista. Cada uno de los carriles de la autopista es un amperio y el ancho de cada uno de los carriles se mediría en voltios. Si tenemos carriles anchos podremos hacer pasar por ellos vehículos más anchos que transporten a más personas (o energía), y cuantos más carriles tengamos, más vehículos podrán recorrer la autopista en paralelo. Así que voltios por amperios es igual a vatios. Gracias a esa operación calculamos la "potencia de la autopista", su capacidad para transportar más o menos personas del punto A al punto B. O del enchufe a nuestro móvil.
Decíamos al principio que el concepto de carga rápida es algo fluido pues se puede definir la carga rápida como toda aquella que supera la carga estándar. Es lógico, ¿no? Si todo el mundo circula a 80 kilómetros por hora en nuestra autopista, los que van a 90 kilómetros por hora van rápidos, y esa velocidad media puede variar. Así que durante mucho tiempo, la velocidad de carga estándar fue de 5 vatios o 5W, y todo lo que superase esa velocidad se consideraba carga rápida. Hoy en día sería más correcto decir que la carga estándar es de 10W, y no tardaremos mucho en elevar esa media a los 15W ó 18W. Quizá deberíamos incluso hacerlo ya.
Así pues, los fabricantes no dejan de invertir dinero en sus equipos de investigación y desarrollo para lograr cargas rápidas cada vez más veloces, y para ello emplean diferentes sistemas. Algunos de ellos tratan de estandarizarse, como los que habilitan los fabricantes de procesadores como Qualcomm o MediaTek, y otros de ellos son sistemas propietarios como las cargas rápidas de OPPO, OnePlus, Huawei o Xiaomi, por citar las más conocidas.
Xiaomi fue, de hecho, la última compañía que puso sobre la mesa un nuevo sistema de carga rápida que además fue explicado, el sistema de carga rápida de 120W de su Xiaomi Mi 10 Ultra (por no contar su sistema de 200W que aún no ha pisado el mercado). Esto lo hace jugando con los flujos de corriente de la energía que llega a través del cargador, y entregando la energía en cada una de las partes de la batería. Éste es uno de los trucos que citábamos anteriormente, por cierto, "partir" la batería en dos con las baterías duales. Así puedes alimentar cada una por separado y duplicar de forma efectiva al velocidad de carga.
Los peligros de la carga rápida
Aunque quizá sería más correcto hablar de un único peligro si el sistema funciona como debe y no tiene defectos de fábrica (DEP para el Galaxy Note 7), pues el gran enemigo de las baterías de los teléfonos móviles, que actualmente son Li-Ion o baterías de iones de litio, es el calor. El calor es la auténtica némesis de las baterías y un enemigo más formidable incluso que los ciclos de carga. Que de hecho, están relacionados también con el calor.
Cuando la temperatura de las baterías se eleva por encima de lo recomendado, las baterías sufren un desgaste más alto de lo normal dado que el calor incide directamente sobre su rendimiento. Y si cargar una batería de forma normal ya hace que su batería se eleve (aunque de forma controlada), la carga rápida hace que la temperatura sea aún más alta. De ahí que los fabricantes investiguen sistemas para entregar más energía sin elevar las temperaturas y encontramos incluso cargadores inalámbricos con refrigeración incorporada.
Es por ello que los expertos suelen recomendar que usemos la carga rápida cuando sea absolutamente imprescindible, por ejemplo cuando hacemos paradas cortas y necesitamos recuperar la autonomía del teléfono lo antes posible. Si nuestro ritmo de vida nos hace cargar el teléfono en la mesilla durante toda la noche, se recomienda que nos hagamos con cargadores lentos que entreguen 5W o menos (el puerto USB de tu ordenador entrega 2,5W, por ejemplo). El teléfono podrá cargar durante horas con un aumento de temperatura mínimo, preservando así la durabilidad de su batería.
Otro gran peligro que suele asociarse a las cargas rápidas es el económico dado que si entregamos más energía al teléfono consumiremos más electricidad y, por tanto, nuestro recibo mensual aumentará. Pero este peligro no lo es tanto dado que cargar nuestro teléfono móvil tiene una incidencia mínima en el consumo anual de nuestro hogar. Según estudios realizados por el Instituto Nacional de Estadística, cargar nuestro teléfono móvil cuesta aproximadamente 1,5 euros al año, y con sistemas de carga más agresivas puede llegar a los 3 euros anuales. Entre 12 y 24 céntimos al mes.
Las velocidades máximas actuales en carga rápida
Con la promesa de la carga rápida de 200W de Xiaomi en un futuro más o menos cercano, lo cierto es que el techo actual en cuanto a cargas rápidas lo protagoniza Realme con su Realme GT Neo 3, un modelo que se ha lanzado en un par de versiones y la más potente carga a nada más y nada menos que 150W. Por ahora, récord.
En segundo lugar encontraríamos a Xiaomi, ahora sí, con los 120W que hemos visto en modelos como el Xiaomi 10 Ultra, el Xiaomi 11T Pro o el Xiaomi 12 Pro. Aunque no son técnicamente Xiaomi, aunque comparten ecosistema, OPPO se situaría en tercer lugar con su OPPO F4 GT, el último teléfono de gama alta de la marca en llegar a las tiendas y, de nuevo, 120W de carga rápida.
Toca bajar un escalón pero manteniéndonose, ojo, en los 100W de carga rápida para encontrarnos con el Honor 50 Pro que se anunció hace sólo unos días. El modelo se convierte en el que más rápido carga de su resucitada marca. Y en quinto lugar, y por ahora nos detemos aquí, debemos colocar a Lenovo, que con su Lenovo Legion Duel para gamers (que tuvo recientemente una segunda generación con el Legion Duel 2) lanzó una carga rápida de hasta 90W, de nuevo contando con una batería dual de 2.500 mAh por unidad. .
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La noticia Todo sobre la carga rápida: cómo funciona, peligros y velocidades máximas fue publicada originalmente en Xataka Móvil por Samuel Fernández .
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